Desde que trabajo como profe de educación infantil y también escribo, he visto de primera mano cómo la lectura desde muy pequeños puede cambiarlo todo. No es solo que aprendan más palabras, es que les abre la cabeza de formas que nada más lo hace. Yo misma, cuando leo con niños, veo cómo se iluminan, cómo preguntan cosas, cómo empiezan a entender emociones, personajes y situaciones… y todo eso les ayuda a crecer.
Leerles a los niños es una actividad bonita y, además, es un entrenamiento para su cerebro y para la manera en la que se relacionan con el mundo. Desde bebés, incluso antes de que puedan hablar, los niños escuchan sonidos, palabras, frases e historias. Eso les prepara para entender mucho más adelante. He tenido bebés que apenas gateaban y ya prestaban atención a los libros, miraban las imágenes y se reían con los sonidos. Esa conexión inicial es más importante de lo que parece.
Desarrollo del lenguaje
Uno de los cambios más evidentes es el desarrollo del lenguaje. Los niños que escuchan cuentos desde pequeños aprenden más palabras, frases y formas de hablar. Esto no pasa de un día para otro, pero con constancia se nota cómo pueden expresarse mejor, cómo comprenden lo que se les dice y cómo empiezan a comunicarse sin miedo.
Cuando yo leo a mis alumnos, veo cómo repiten palabras nuevas, cómo intentan contar la historia a su manera y cómo hacen preguntas más complejas. Esto es clave porque el lenguaje es la base de todo: entender instrucciones, jugar, socializar… todo depende de poder expresarse y comprender.
Además, aprender vocabulario desde pequeños les da ventaja en el colegio. Los niños que han escuchado historias desde bebés entienden mejor los libros que leen más tarde, participan en clase con más seguridad y disfrutan más de la lectura. Y no hablo solo de leer, sino de hablar, contar historias y explicar lo que sienten o piensan.
Estimulación cognitiva
Otro beneficio enorme es la estimulación cognitiva. Escuchar historias desarrolla la memoria, la concentración y la capacidad de razonamiento. Por ejemplo, cuando un niño escucha un cuento y luego lo cuenta con sus palabras, está ejercitando la memoria y la lógica.
Yo recuerdo a un niño que no podía concentrarse más de cinco minutos en clase, pero cuando le leía un cuento que le gustaba, podía seguir la historia durante mucho más tiempo. Esto no solo mejora la atención, también enseña a procesar información y a relacionar ideas. Cada cuento nuevo es un mini entrenamiento para el cerebro: los niños aprenden a anticipar lo que puede pasar, a recordar personajes y detalles, y a entender secuencias.
Empatía y gestión emocional
Algo que me encanta de la lectura en la infancia es cómo ayuda a entender emociones. Al ponerse en el lugar de los personajes, los niños aprenden a identificar lo que sienten y cómo reaccionar. Esto no se aprende solo hablando de emociones, se aprende viviendo situaciones a través de los libros.
La psicóloga Soraya Sánchez, de Zaragoza Centro, explica que la lectura en la infancia permite que los niños se acerquen a distintas emociones de manera segura. “Cuando un niño escucha o lee sobre un personaje que siente miedo, alegría o tristeza, aprende a reconocer esas emociones en sí mismo y en los demás. Esto les ayuda a gestionar mejor sus sentimientos y a tener más empatía”, explica.
Yo misma lo he visto: un niño que no sabía expresar cuando estaba enfadado, al leer un cuento sobre un personaje que se sentía frustrado, empezó a decir cosas como “me pasa lo mismo que a él”. Esto es súper valioso, porque les enseña a conectar con sus emociones y con las de otros, algo que será fundamental toda la vida.
Creatividad e imaginación
Si hablamos de creatividad, los libros son insuperables. Cada historia es un mundo distinto, cada personaje puede tener aventuras que no existen en la vida real. Eso invita a los niños a soñar, inventar y crear.
En clase, después de leer un cuento, me gusta que los niños inventen finales diferentes, dibujen escenas o expliquen cómo sería un personaje en otra historia. Eso no solo es divertido, también potencia la imaginación y la capacidad de inventar soluciones. Un día, un niño inventó un final donde el lobo de Caperucita Roja se hacía amigo de todos y abría una tienda de dulces. No era la historia original, pero esa creatividad es oro puro.
La imaginación que desarrollan leyendo cuentos pequeños o grandes sirve después para todo: resolver problemas, crear juegos, inventar historias propias, dibujar, escribir o simplemente ver la vida con más curiosidad.
Hábitos positivos desde pequeños
Además de todo lo anterior, leer desde pequeños ayuda a generar hábitos positivos. Establecer una rutina de lectura, aunque sea corta, les enseña disciplina, curiosidad y amor por el aprendizaje.
No hace falta que sea mucho tiempo: incluso 10 o 15 minutos al día marcan la diferencia. Lo importante es que se convierta en algo natural y agradable. Yo recomiendo leer antes de dormir o después de la merienda, momentos en los que los niños están relajados y receptivos.
Con la constancia llega la rutina, y con la rutina llega el hábito. Muchos padres me dicen: “mi hijo no quiere leer”. Mi consejo siempre es empezar poco a poco, leer juntos, hacer preguntas y que ellos participen. Con el tiempo, la lectura deja de ser una obligación y se convierte en un momento que esperan con ganas.
Cómo elegir los libros adecuados
No todos los libros valen para cualquier edad. Para bebés, los libros de cartón con imágenes grandes y colores vivos son perfectos. Para niños un poco más grandes, libros con cuentos cortos, personajes claros y algo de humor funcionan genial.
Un truco que suelo usar en clase es dejar que los niños elijan el libro que quieren escuchar. Cuando ellos deciden, se sienten más implicados y atentos. Otra cosa que ayuda mucho es leer con voces distintas para los personajes, hacer preguntas sobre lo que ven en las imágenes y dejar que anticipen qué puede pasar después. Esto hace que la lectura sea activa y divertida, no solo un adulto leyendo palabras.
Consejos para padres y educadores
Si quieres empezar a leer a los niños desde pequeños, no te agobies pensando que tienes que hacerlo perfecto. La clave es la constancia y la diversión. Busca libros adecuados a su edad y deja que ellos participen en la historia.
Haz preguntas simples, deja que adivinen qué pasará, que comenten lo que ven en las imágenes. Esto convierte la lectura en algo activo y participativo. Además, leer juntos crea un vínculo fuerte entre adultos y niños, algo que no tiene precio.
Mi experiencia personal
Yo llevo años trabajando con niños y viendo cómo la lectura temprana marca la diferencia. He tenido niños que llegaban con vocabulario limitado y, gracias a leerles todos los días, poco a poco empezaron a expresarse mejor, a preguntar más, a entender emociones y a inventar historias propias.
Como escritora, también noto que los niños que leen temprano tienen más facilidad para imaginar, crear personajes y entender tramas. No hablo solo de cuentos largos o complicados: incluso libros cortos y sencillos cumplen un papel enorme en su desarrollo.
Una de mis alumnas, por ejemplo, comenzó a escribir sus propios cuentos a los seis años. No era porque yo les obligara, sino porque había leído tanto con sus padres que ya tenía la chispa de la creatividad encendida. Es increíble ver cómo algo tan simple como leer puede tener efectos tan grandes.
Cómo empezar desde cero
Si nunca has leído a un niño pequeño, no te preocupes. Empieza con cuentos cortos y colores llamativos, lee solo unos minutos y haz que participe. Pregúntale: “¿Qué crees que pasará ahora?” o “¿Cómo te sentirías si fueras este personaje?”. Esto hace que se implique y disfrute de la lectura desde el primer día.
No hay que presionar ni comparar. Cada niño tiene su ritmo, y lo importante es que asocie la lectura con momentos agradables. Al principio puede que se distraigan mucho, que tiren el libro o que se rían de tus voces graciosas, pero con paciencia, poco a poco se engancharán.
Leer desde pequeños es una inversión real en su desarrollo
Ayuda a aprender palabras, desarrollar la memoria, gestionar emociones, ser creativos y generar hábitos positivos. Además, se disfruta mucho y crea momentos especiales entre adultos y niños, reforzando la relación y la confianza mutua.
Como profe y escritora, lo tengo clarísimo: cuanto antes empieces, mejor. No hace falta leer novelas completas ni tener técnicas especiales. Solo abre un libro, deja que ellos escuchen, interactúen y disfruten. Permitirles participar, señalar imágenes, repetir palabras o hacer preguntas hace que la experiencia sea mucho más rica y significativa. Todo lo demás viene solo.
Si empiezas hoy, aunque sea cinco minutos, estás sembrando algo que se quedará para toda la vida. Y créeme, ver cómo un niño empieza a amar la lectura es de las cosas más bonitas que hay. Ver esa curiosidad, esa chispa en sus ojos, no tiene precio.