¿Sabéis cuál es uno de esos viajes que siempre he soñado con hacer y he visto imposible? Viajar para ir a esquiar a Estados Unidos o Canadá, a estaciones domo las de Aspen, Utah, o Banf. Siempre he pensado que era imposible, tanto por economía como por lejanía, pero me han hablado de una empresa llamada Ski Rocosas que cuenta con este paquete llamado ski Canadá que ofrece grandes viajes organizados a precios muy competitivos y bueno, la verdad es que me lo estoy pensando.
A veces he oído hablar de gente que quiere ir a la Patagonia o que su mayor sueño son las costas australianas o las islas Fiji o las Azores. Reconozco que es muy apetecible pensar en poder estar tumbado en una limpia arena natural frente a un mar azul cristalino mientras el servicio de un hotel de lujo te trae cócteles y aperitivos pero yo debo ser diferente porque mi sueño siempre ha sido viajar al frío, a la nieve, pero no a Andorra ni nada de eso, a estaciones de esquí inmensas, de esas que salen en las películas americanas y que siempre me dejan con la boca abierta.
Me imagino con mi mono rosa fosforito (me gusta el rosa y me gusta que se me vea bien), las gafas especiales, los guantes y los esquís bien ajustados, totalmente preparada en la cima de una de esas pistas impresionantes y esperando para saltar al vacío en busca de velocidad y aventura y luego, poder regresar a España y decir: yo estuve ahí.
Tal vez sea porque vivo todo el año en la costa levantina y estoy cansada de tanto mar, o puede que lo lleve en la sangre, no lo sé, pero soy de las que piensa que en un viaje especial quiero cosas especiales y para mí, estar tumbada en la playa, no es especial.
Soy consciente de la abismal diferencia que hay entre tumbarte en la toalla en la playa de San Juan aquí en Alicante, con tu sombrilla y la neverita traída de casa, y echarte sobre una de esas tumbonas increíbles mientras esperas a que camarero o camarera te ponga la sombrilla, te traiga un cókctel o te pregunte si “la señorita desea algo más”, pero aun así prefiero la nieve. Para mí la montaña es como cambiar de aires, vivir algo diferente, otra experiencia, y el mar es más de lo mismo: distinto paisaje, distinto presupuesto y por tanto diferentes resultados, pero más de lo mismo al fin y al cabo. Y no, no es para nada mi viaje soñado.