El papel de la familia para salir de las drogas.

El apoyo de la familia es fundamental para que un adicto pueda salir de las drogas. El respaldo familiar le dota de un entorno de apoyo y seguridad necesario para desengañarse y no recaer. Sin embargo, debemos partir de que es el toxicómano el único que puede romper su dependencia. No lo va a sacar nadie.

Cuando alguien se vuelve adicto a una sustancia, no solo entra en una vorágine de autodestrucción, sino que inflige daño a sus seres queridos. Los robos, las mentiras, la agresividad pasan a ser conductas habituales para que el adicto continúe con su estilo de vida.

El adicto tiende a agredir a sus seres queridos. A lo mejor no de forma física, pero sí de manera emocional. Necesita apartar de su lado a la gente que se preocupa por él. Es la protección que asegura su práctica. Romperá con la familia, con los amigos, y solo se rodeará de personas que comparten su adicción. Muchas veces, cuando vuelve a reaparecer, lo hace con intereses ocultos. Obtener su dosis pasa a ser su principal preocupación.

Como es lógico, la pareja, los padres y los buenos amigos de antes se sienten preocupados. Pero no saben cómo intervenir. Ven cómo su familiar y amigo va cayendo en picado sin poder hacer nada para evitarlo. Es una situación que crea impotencia. Tantas veces han escuchado eso de “lo voy a dejar”, que pasados unos días, el adicto sale a la calle y todo queda en agua de borrajas.

A veces son los familiares los que toman la iniciativa. Una vez me contó Lucía, una amiga de Barcelona, que su hija es adicta a la cocaína, al alcohol y a la marihuana, que una noche toda arrepentida le dijo llorando que quería desintoxicarse. La chica no podía ni encargarse de sus hijos, que se los estaba criando su madre. Lucía entonces llamó por teléfono a el centro de asesoramiento terapéutico Sinopsis, un centro especializado en la asistencia a las adicciones, situado en Figueres (Girona). Recibió asesoramiento, pero se dio cuenta de que hasta que su hija no estaba preparada, no pudo dejar el mundo de las drogas.

La adicción es una enfermedad.

Entre gente de mi generación, que rondamos los 50 años, hay quien opina que quien cae en las drogas es porque quiere. Nosotros vimos con nuestros propios ojos la hecatombe que produjo el consumo de heroína durante los años 80. Vimos gente en nuestros barrios morir, algunos eran familiares o amigos, otros eran amigos de nuestros hermanos. Otros no morían, pero parecían zombis andantes. Ya ni se acordaban de ti cuando te los cruzabas por la calle.

No fue un fenómeno que solo afectó a los barrios del extrarradio, como salía en las películas. El drama de la heroína salpicó a buena parte de la juventud, con independencia de su extracción social y del lugar en el que vivían. Había adictos hasta en pueblos pequeños de La Mancha. A saber de dónde sacaban la droga.

Algunos piensan que después de aquel episodio, todos salimos escarmentados. Que quien termina enganchado, a estas alturas, es porque quiere. Un artículo publicado en El País señala que la Organización Mundial de la Salud (O.M.S.) y la Asociación Americana de Psiquiatría reconocen la drogadicción como una enfermedad crónica. Llega un momento en el que la voluntad del individuo ya no existe.

Además de la dependencia física y psicológica que crean determinadas sustancias, su consumo habitual produce serios daños en los neurotransmisores. Muchas de las acciones que realizan (agresividad, engaños, etc.) son fruto de la enfermedad.

El mayor problema es que algunos psiquiatras consideran que se trata de una enfermedad latente. Es decir, que aunque el adicto se desenganche, la enfermedad continua escondida y en el momento menos pesado, puede reaparecer.

El secreto mejor guardado.

Normalmente, el adicto guarda en secreto su dependencia hasta que llega un momento en el que no lo pueden ocultar. No es que el toxicómano se esté drogando todo el tiempo y le da igual todo. Suele ser bastante precavido con sus hábitos. Esconde con cuidado la droga y cualquier indicio que le pueda delatar. Se droga en un ambiente seguro para él. En el que no le pueda ver nadie de su familia o algún ser querido.

Por lo general, cuando la familia sospecha algo, el toxicómano tiene un nivel de dependencia y de consumo bastante alto.

En un estudio realizado por Partnership for a Drug-Free America en Estados Unidos, solo un 14% de los padres encuestados reconocían la posibilidad de que sus hijos hubieran probado la marihuana. Preguntando a los adolescentes de las mismas familias, resulta que un 42% admitió haber fumado hierba alguna vez.

Para esta asociación, los resultados recogidos pueden ser extrapolados a cualquier tipo de droga. El consumo de droga por parte de los adolescentes puede llegar a ser un secreto mejor guardado que algunos secretos de Estado.

 Consejos para intervenir.

Partiendo de esto, si un padre, madre o pareja sospecha que su familiar tiene problemas con las drogas, no debe pasarlo por alto. Es una situación delicada y el objetivo es que el afectado abandone las drogas, no prohibírselo taxativamente, ya que puede generar el efecto contrario. La revista Healthy Children nos da algunas pautas para actuar.

En primer lugar, debemos fiarnos de nuestra intuición y hacérselo saber al afectado. Debemos encontrar la situación adecuada, en la que nuestro familiar esté receptivo y tener una charla distendida, haciéndole saber nuestra preocupación. Puede ser que la persona lo niegue todo y nos diga que no tenemos razones para preocuparnos, que reconozca el problema y nos asegure que lo va a dejar, o que incluso nos pida ayuda. Ante todo hay que mantenerse tranquilo. No hay que destapar la caja de Pandora.

Aunque nuestro familiar niegue el consumo de sustancias, si tenemos fundamentos para pensar lo contrario, no debemos darnos por vencido. Debemos investigar y tener pruebas fehacientes que respalden nuestras sospechas. Los adictos pueden mentir para esconder su adicción. Si somos sus padres, lo conocemos bastante bien y sabemos qué actitudes no son propias de él. Más vale que salgamos de dudas por nosotros mismos. Por eso debemos vigilarlo de cerca, pero no agobiarlo. Investigar sus redes sociales, los ambientes por los que se mueve, con qué gente se relaciona, etc.

Quizás estemos invadiendo su intimidad, pero para la Dra. Adele Hofmann, psiquiatra norteamericana especializada en adolescentes, la situación está justificada. Es más importante velar por la salud de nuestro hijo que dejarle hacer cuando creemos que está cometiendo un grave error.

Otra acción importante que debemos realizar es visitar al pediatra, comentarle nuestra preocupación y contarle aquellas conductas que han despertado nuestras sospechas. Él nos confirmará si son infundadas o si, por el contrario, apuntan a que hay un posible problema con las drogas y nos orientará sobre cómo actuar. Sea como sea, la consulta nos ayudará a entender la situación.

Para tratar este problema, hay una serie de consejos que debemos tener en cuenta:

  • No confrontarnos con nuestro hijo o familiar cuando esté enojado o intoxicado. Hay que tratar el tema cuando esté calmado.
  • Preparar la reunión antes de tenerla. La improvisación no es buena en estos casos.
  • Hablar con él en un ambiente privado, donde estéis los dos a solas.
  • Evitar las acusaciones directas. Ante todo hay que tratar el asunto como un tema entre adultos, manteniendo en todo momento el respeto.
  • No utilizar el chantaje emocional. Debe entender que lo que está haciendo no es bueno para él.
  • No hacerlo sentir culpable, ni machacar su autoestima. Hay que tratarlo como un problema y buscar una solución.

Cuando llevarlo a un centro de desintoxicación.

Quizás sea duro admitirlo, pero la desintoxicación de un adicto solo se puede llevar a cabo cuando él tiene la voluntad firme de hacerlo. Debe ser una decisión consciente de la que esté convencido. Si no, tenemos todas las papeletas para que la rehabilitación sea un fracaso. Por lo general, esta situación se da cuando el afectado ha tocado fondo.

Entonces. ¿Qué tiene que hacer la familia hasta entonces? ¿Esperar y resignarse? No. El apoyo de la familia es importante siempre. Debe hacerle saber que no está de acuerdo con lo que está haciendo con su vida y que estarán allí para ayudarle cuando quiera dejar las drogas.

Cuando este momento llegue, la familia cumplirá una función de acompañamiento, apoyo y corrección. Acompañarle en el proceso de desintoxicación. Apoyo emocional para que siga adelante, Y corregirle cuando vemos que está cometiendo errores, pues siempre existe el riesgo de recaída.

Aunque el ex-adicto sea adulto, es bueno que cuando salga de la rehabilitación se vaya a vivir con la familia. Esto le da fuerza emocional necesaria para terminar la recuperación. Es probable que tenga que cambiar de vida. Buscarse un trabajo, cambiar el entorno por el que se mueve, cultivar nuevas aficiones. Tener a alguien al lado que se preocupa por él es fundamental.

Por muy impotentes que nos lleguemos a sentir en determinados momentos, el apoyo de la familia es decisivo para que un adicto deje las drogas.

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