La ansiedad es un trastorno emocional complejo en el que las personas que la padecen tienen con frecuencia preocupaciones, pensamientos, miedos… muy intensos, persistentes y excesivos sobre situaciones cotidianas, lo que hace que sus conductas sean totalmente desproporcionadas en comparación al peligro real que supone esa supuesta amenaza. Cuando esta situación de miedo intenso o malestar interior alcanza su máxima expresión se le denomina ataque de pánico y sucede sin que esté causado por ningún peligro real, alcanzando unos niveles máximos en cuestión de minutos en los que el individuo experimenta una serie de síntomas. Estos ataques no se pueden predecir y tampoco hay un desencadenante que los provoque. Se estima que este trastorno es dos veces más común en las mujeres que en los hombres.
Estos síntomas o manifestaciones de la ansiedad pueden ser muy variados pudiendo clasificarse en:
- Físicos: palpitaciones, sudoración, aceleración de la frecuencia cardíaca, temblores, opresión en el pecho, falta de aire, dolor de cabeza, problemas intestinales, nudo en el estómago, náuseas, vómitos, tensión y rigidez, cansancio extremo, fatiga, insomnio, aumento de la tensión arterial…
- Psicológicos: Irritabilidad, nerviosismo, sensación de peligro, ganas de huir, problemas para concentrarse o pensar en otra cosa, aumento de los despistes y descuidos, problemas para conciliar el sueño, problemas para tomar decisiones, inseguridad, sensación de vacío interior, soledad, despersonalización, aislamiento social, depresión…
¿Cuándo se debe acudir al médico o buscar ayuda psicológica?
- Antes de que la ansiedad nos comience a desbordar.
- Cuando la frecuencia de la aparición de la ansiedad es cada vez más elevada.
- Cuando los episodios de ansiedad son cada vez más prolongados.
- cuando sintamos que estamos demasiado preocupados o agobiados.
- Si sentimos que no podemos controlar nuestras emociones.
- Cuando interfiere en áreas de nuestra vida como el trabajo, en la vida social, en la vida familiar, los amigos…
- Si nos ocasiona problemas de salud física.
- Si tenemos ideas suicidas…
A veces la ansiedad no tiene una causa única, ni es posible saber con certeza cuál es su origen, de hecho, hay estudios que señalan que un alto porcentaje de personas que presentan un trastorno de ansiedad también presentan un trastorno de personalidad, más específicamente el trastorno de personalidad por evitación, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno de personalidad límite o trastorno de personalidad por dependencia. Otras causas de riesgo pueden ser la acumulación de estrés por trabajo, por un fallecimiento…, algún trastorno mental como depresión, drogas, alcohol…, estrés por enfermedad, etc.
Con el fin controlar y tratar la ansiedad podemos acudir a diferentes tipos de tratamiento:
– La psicoterapia. Mediante la cual se desarrollan técnicas específicas para una exposición gradual a las situaciones que provocan la ansiedad controlando así la situación y reduciendo los síntomas.
– Medicación. Generalmente del tipo antidepresivo, para aliviar los síntomas.
– Técnicas de relajación. Nos ayudan a mejorar nuestro bienestar psicológico ayudándonos a lograr un mayor control sobre lo que ocurre en nuestro cuerpo. Es importante su incorporación a nuestra rutina diaria, ya que son fáciles de aplicar, muy beneficiosas y no tienen efectos secundarios. Es conveniente realizarlas en lugares tranquilos y apartados y antes de ir a dormir para lograr conciliar el sueño. Las principales técnicas son:
Mindfulness. Su objetivo es lograr un estado de conciencia durante la sesión, consiguiendo separar la persona de sus pensamientos, a la vez que nuestra conciencia se relaja y no elabora juicios de pensamientos, sentimientos… Una técnica de relajación cada vez más extendida que, si queréis probarla, nosotros os recomendamos que lo hagáis junto a la psicóloga Valeria Atlante de Inspirare, puesto que ella imparte cursos de mindfulness individuales, intensivos o de 8 semanas con el fin de que los participantes adquieran una serie de herramientas que les lleven a desarrollar sus recursos internos de lucidez, calma y compasión. De este modo, tras el cuso, tendréis los conocimientos suficientes para poner en práctica en casa el ejercicio y, con ello, obtener una mejor calidad de vida.
Respiración con el diafragma. Se intenta con este sistema que el abdomen tenga más protagonismo que el pecho en la respiración, con el objetivo de que aprendamos a prestar más atención a la respiración.
Otras técnicas de relajación existentes
Además de las que os hemos mencionado, la realidad es que existen otras técnicas de relajación igual de válidas e igual de efectivas, como son:
– Respiración alternada por las fosas nasales. Se dice que esta respiración aporta calma y tranquilidad a la vez que concentración y energía. No se debe realizar antes de ir a dormir pues hace que nos sentamos un poco más despiertos.
– Imaginación guiada. Intentamos llevar nuestra imaginación a un entorno que nos resulte agradable y que nos transmita paz y tranquilidad, un lugar que podríamos denominar “lugar feliz”, puede ser una playa, una montaña…
– Relajación muscular progresiva de Jacobson. Consiste en ir relajando los grupos musculares del cuerpo de manera progresiva, mientras se visualizan con los ojos cerrados.